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domingo, 23 de diciembre de 2018

Marrakech, la puerta del Atlas marroquí



   “Marrakech es un lugar cercano al que podemos viajar para sentirnos lejos”. Es una ciudad medieval, llena de vida, al principio te intimida un poco quizás por desconfianza, pero al final suele resultar fascinante y cautivadora, y un tanto misteriosa. Sin duda, merece la pena conocerla y pasear por su Medina.



   La ciudad nació por su especial lugar estratégico en 1062, por la zona pasaban las rutas de caravanas hacia el África negra a través del Sahara. Más tarde los almohades, después de conquistarla, la convirtieron en ciudad imperial. Ellos construyeron la mezquita de la Kutubia, una de las mayores del mundo islámico cuando finalizaron sus obras en 1158.



   Para los amantes de la montaña y exploradores “la vibrante Marrakech está considerada, es y siempre será, la puerta del Atlas, una ciudad que pone un pie en el desierto sin sumergirse del todo en el mar de arena”.



   Uno de los elementos peculiares de esta majestuosa ciudad imperial es la gran Muralla que envuelve la Medina, símbolo de esta ciudad ocre o ciudad roja, acotando la parte antigua con los barrios históricos. Está construida en adobe y arcilla roja y su origen se remonta al siglo XII.



   Su altura alcanza entre 8 y 10 metros, con unos 2 metros de espesor y una longitud total cercana a los 18-19 kilómetros, con una decena de puertas. Se cuenta que a medida que avanza el día, hora a hora, la muralla cambia de color por los diferentes reflejos del sol.



   Atravesando la puerta Bab Nkob entramos en la Medina a través de la Avenida Mohammed V que nos lleva a los pies de la mezquita de Koutoubia, Kutubia o mezquita de los libreros, con un minarete de 77 metros de altura, la mezquita más grande en Marrakech, hermana gemela de la Torre Hassan de Rabat y de la Giralda de Sevilla.



   Podíamos haber entrado por la puerta Bab Agnou, una joya, mucho más bonita, …….. aunque lo que si tenemos claro es que estamos en la parte más visitada de la ciudad y de la Medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En escasos metros también podemos llegar a la Plaza Djemaa El Fna.



   El minarete o alminar de la Kutubia, además de un importante símbolo de la ciudad es una destacada referencia visual, está rodeada de jardines con palmeras, naranjos y estanques y ofrecen un remanso de paz y descanso para los paseantes y visitantes.



   Nos acercamos a la bulliciosa Djemaa El Fna, plaza y corazón de Marrakech, atravesando la rebosante Avenida Mohammed V, saturada de ruidosas y peligrosas motos, coches, autobuses, bicicletas, calesas, mulos, …… aquí el movimiento de vehículos y personas es desmedido.



   El ambiente de esta emblemática plaza, rodeada de cafés, restaurantes de diferentes clases y condición, y tiendas de todo tipo, es asombroso y difícil de contar, es necesario verlo y vivirlo, se puede encontrar cualquier cosa inimaginable. Desde las primeras horas existe un intenso movimiento de gente de un lado para otro pues en la plaza desembocan las calles procedentes o con destino a los zocos.



   Y además el continuo deambular de coches, motos, carros, bicis, ……., sin olvidar que es el escenario de actuación de aguadores, sacamuelas, danzantes, encantadores de serpientes, domadores de monos, músicos ambulantes,…… buscavidas. Parece obligado subir a alguno de los miradores que poseen restaurantes y cafés para contemplar este bullicio tan atípico.



   Todo es muy curioso y al mismo tiempo sorprendente, pues en el transcurrir del día el ambiente, las gentes y los elementos de la plaza se van transformando. Casi sin darnos cuenta, al caer la tarde, la explanada se llena de puestos de comida, frutos secos, humo de fogones, olores muy variados, ….todo ello acompañado del sonido de tambores procedentes de grupos que danzan al compás de esta música tan singular. 



   Lo llamativo es que toda esta especie de exhibición y puesta en escena de tan amplia variedad de participantes no es una representación especial para turistas o visitantes de la ciudad, es algo auténtico que se viene haciendo a diario desde hace siglos.



   A cambio, todos esperan llevarse unos dírhams de recompensa, las fotos a las serpientes encantadas y otros animales, aguadores, danzantes, …… hay que regatearlas previamente. Las mujeres cubren su rostro para crear una figura más exótica y poder vender sus cordones y baratijas, todos te reclaman para enseñar sus cosas ….. Parece que todo apetece, pues sale barato.



   Dicen que el secreto del éxito está en perderse por las callejuelas de los zocos para disfrutar plenamente del lugar, en Marrakech los souk o zocos se concentran al norte y al este de Djemaa El Fna.



   Se agrupan por gremios y es fácil ver el  trabajo de los artesanos de la madera, la piel, el cobre, ….. pero en ocasiones al caminar rodeado de tantos objetos y por auténticos laberintos lo más fácil es perder la orientación y perderse, no hay problema es lo más habitual.



   El souk Semmarine es un largo bazar que llama la atención por estar cubierto con celosías de madera, aquí como en los otros zocos siempre existen cosas nuevas por descubrir. Los vendedores te atosigan en varios idiomas, hay tramos estrechos donde se acumula la gente, es preciso apretar la mochila o el bolso por lo que pueda pasar, pero no hay sensación de miedo, simplemente estamos en la Medina de Marrakech.  



   Caminas rodeado de objetos de cerámica, de cuero, de metal, chilabas, velos tentadores, llamativos pañuelos, te sorprenden las pirámides de frutos secos, las joyas, las cajitas de madera decoradas con marfil, ….. el colorido. Aquí se vende todo lo que uno pueda soñar.



   Se cuentan muchas leyendas, viejas historias sobre esta ciudad con extraños encantos. Confluencia de viejas creencias bereberes y saharianas, creció en un cruce de caminos donde acudían mercaderes de sedas, cueros y metales de muchos lugares de África, hoy todavía conserva su misteriosa y mágica farmacopea tradicional.
   

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