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viernes, 20 de julio de 2018

Dubrovnik, la Perla del Adriático



   Estamos en el sur de Dalmacia, en una región que durante tres siglos se denominaba República de Ragusa, antiguo nombre de Dubrovnik hasta después de la II Guerra Mundial, y que sigue siendo una de las poblaciones más conocidas de Croacia, una joya histórica declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.



   Su casco antiguo continúa siendo un enclave inolvidable para la mayoría de sus visitantes. Ubicada en una zona rocosa y rodeada por enormes murallas ha generado una llamativa ciudad medieval formada por sugestivos y seductores edificios que forman un conjunto monumental de impresionante belleza.



   Desde el principio, con los primeros pasos atravesando La Puerta Pile que da acceso a la ciudadela a través de un puente levadizo de madera, con sus enormes paredes, la estatua de San Blas y un cartel que nos recuerda lo ocurrido en Dubrovnik durante la inolvidable Guerra de los Balcanes; nos damos cuenta que ésta será una visita muy interesante, que quedará en nuestra memoria durante mucho tiempo.



   A través de la impresionante Puerta Pile accedemos a Stradun, la elegante calle central, con pavimento de adoquines, donde desembocan el resto de calles y callejones de la ciudad medieval. Realmente impresionante.



   Como tenemos tantas cosas que ver cualquier itinerario puede ser bueno, en función del tiempo disponible, aunque un paseo por las murallas es totalmente recomendable, por cierto son unas de las más conocidas y mejor conservadas de Europa.



   La calle Stradun une la Puerta Pile con la Puerta Ploce, divide el casco antiguo en dos partes, y nos conduce hasta la Plaza Luza o de la Logia, un espacio con mucha historia y especial encanto, antigua ubicación del mercado, centro de señorío de la vieja ciudad, donde todo el mundo se detiene para contemplar la belleza arquitectónica de este simbólico lugar.



   Aquí contemplamos la Torre del Reloj, a su lado el palacio Sponza, la pequeña fuente de Onofrio y el Palacio del Rector. Enfrente la Columna de Orlando y la iglesia barroca de San Blas, y en cualquier esquina o rincón cercano una tienda, algunas con un gusto exquisito, o una cafetería donde sentarse a tomar un refrigerio.



   Muy cerca de la Logia divisamos la Catedral, encumbrada con una esplendorosa escalinata, entre tanto edificio se distingue por su cúpula y sus tejados de color azul. Y desde aquí descendemos al agradable Puerto Viejo, Stara Luka. Encajado entre los fuertes de San Juan y Revelin nos ofrece su salida a la costa adriática, con la cercana isla de Lokrum.



   Repleta de rincones cautivadores, resulta entretenido y absorbente pasear por sus estrechas calles y plazas como la de Ivan Gundulic o Gunduliceva donde se ubica un mercado al aire libre, merece la pena, aquí puedes quedar embelesada con los higos secos, las almendras garrapiñadas o brostulani, cortezas de naranjas confitadas o arancici, y otros dulces tradicionales.



   A través de una llamativa y empinada escalinata podemos ascender hasta la plaza Boskovic, ante la fachada de la iglesia jesuita de San Ignacio, donde se consiguen buenas vistas y excelentes fotos de la ciudad. Una vez en este sugerente sitio, puede resultar agradable y divertido callejear hacia el oeste durante 10 ó 15 minutos hasta llegar a la plaza Milicevic.



   De nuevo estamos al lado de la puerta Pile, punto inicial de entrada a la ciudadela, en el centro la Fuente grande de Onofrio, con 16 caños o caras echando agua por sus bocas. Enfrente el Convento Franciscano, con un bonito claustro y muy conocido por su antigua farmacia.



   Dicen que Dubrovnik tiene la belleza de sus muros, el encanto de sus calles, el atractivo de sus tiendas y una enorme riqueza arquitectónica encajada en un núcleo peatonal muy concurrido.



   Sin lugar a dudas el mejor lugar para visualizar estas cualidades es subir a sus murallas. Existen varios accesos que te permiten encumbrarte y conocer la ciudad desde una perspectiva muy diferente,  por una pequeña cantidad de dinero . 



   Para finalizar dos interesantes detalles, el primero de carácter histórico, sobre el terrible y devastador terremoto de 1667 que destruyó buena parte de los edificios de la vieja ciudad, y posteriormente la invasión por las tropas napoleónicas en 1806, pusieron fin a la República de Ragusa establecida durante el siglo XV.



   Por aquí pasaron gentes de toda condición, reyes, piratas, artesanos, bohemios, visitantes de muchos países, …….. y el conocido poeta y aventurero inglés Lord Byron, que vivió durante el siglo XVIII, el cual le dio el calificativo de “Perla del Adriático” a esta joya de Croacia. Un placer y una suerte haber conocido este lugar.







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