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martes, 1 de agosto de 2017

Tenerife: Península de Anaga y La Laguna



   Hay quien afirma que Tenerife es una isla de contrastes, ….. otros opinan que es como un diminuto continente con una gran variedad de paisajes. La realidad es que el norte es verde, rural, tranquilo y con un encanto especial; el sur seco, árido y más caluroso, y en el centro de esta isla una impresionante cadena montañosa de origen volcánico que sirve de barrera separadora.



   Es la isla más grande del archipiélago canario y aquí se encuentra el Teide, el símbolo natural de Tenerife, el pico más alto de España con 3718 metros de altitud, el volcán causante de sus montañas escarpadas.



   Esta atractiva y acogedora isla posee pintorescos pueblos y ciudades de aire colonial, como San Cristóbal de La Laguna, cercana a Santa Cruz la capital, conocida como “la ciudad de los adelantados” o “ciudad de Aguere”, nombre de origen guanche del valle donde se ubica la ciudad.



   La Villa de San Cristóbal encontró este asentamiento para evitar los saqueos de los piratas, por su extraordinario clima, un suelo de gran fertilidad y por el agua potable existente en la zona. Estamos hablando de los últimos años del siglo XV.



   He leído que “cualquier hora es buena para pasear por sus calles y detenerte en las hermosas plazuelas, visitar viejos conventos e iglesias que conservan historias de milagros y contemplar casas con escudos que nos hacen recordar que fue capital de la isla desde su fundación hasta 1723”.



   Pero la genta no acude a La Laguna por su esplendor en el pasado, la ciudad está llena de bares y restaurantes con terrazas, gente por las calles, librerías y tiendas de todo tipo, y es un placer pasear a lo largo de sus calles rectilíneas de esta cautivadora ciudad, Patrimonio de la Humanidad desde 1999.



   Para descubrir el carácter auténtico de Tenerife no debemos olvidarnos de la punta Este de esta espectacular isla, donde se ubica el macizo de Anaga, sin duda una joya ecológica. Desde La Laguna se llega a través de la TF-12 atravesando el Monte de Las Mercedes.



   La sinuosa carretera asciende desde la antigua capital de Tenerife cruzando fructíferos lugares rurales y agrícolas, y más arriba una espesa y consistente vegetación. Con sus bosques de laurisilva es uno de los rincones más frondosos de la isla.



   En los escasos claros de la densa espesura encontramos el Mirador de Jardina, luego el de La Cruz del Carmen, y más arriba el Mirador  del Pico del Inglés, puntos de partida de distintas rutas de senderismo. La recomendación es detenerse, pues si el tiempo atmosférico lo permite, las vistas merecen la pena, con la imponente presencia del Teide al fondo.



   El clima húmedo de la sierra de Anaga favorece una densa vegetación de enebros, brezos y una gran variedad de plantas aromáticas y de diversas especies, que encontramos a lo largo de nuestro camino. Algunos cultivos dan fama al lugar, destacando las papas negras y la vid.



   Desde el Pico del Inglés, inmersos en un inigualable Parque Natural y Rural, descendemos a través de una sinuosa carretera, improvisado mirador de un hermoso paisaje agreste, donde la esplendorosa naturaleza y las montañas que se desploman hasta el mar lo convierten en un lugar sorprendente.



   Hasta llegar a los caseríos de El Bailadero, donde todavía se escuchan cuentos y leyendas, historias para algunos, pues aquí según la tradición eran, en otras épocas, tierras de hechiceros y brujas. No es de extrañar en parajes tan abruptos y escarpados.



   Las gentes de estos inhóspitos lugares se han adaptado a las singulares circunstancias del entorno desde tiempos arcaicos, creando sorprendentes terrazas para el cultivo colgadas de las montañas. Por el medio de este paisaje de picos rocosos escalofriantes se desciende hasta el pueblo de Taganana.



   Pueblo de pescadores que se ubica en un lugar privilegiado en el extremo de la península de Anaga, cuyas casas pintadas de blanco descienden por la ladera quebrada hasta el Atlántico. Taganana es un rincón pintoresco, con buenos vinos, que se exportaron a diversos lugares de Europa a partir del siglo XVI. Rodeado de playas vírgenes y con su particular aire de misterio, ficticio y maravilloso a partes iguales.


   

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