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martes, 14 de julio de 2015

Un día en Formentera



   Dicen que la isla de Formentera, con más de 20 km de playas de arena blanca y agua azul turquesa, es uno de los últimos reductos paradisíacos del Mediterráneo. Quizás también sea porque sus habitantes han conseguido unir el respeto por la naturaleza y la protección del medio ambiente, manteniendo viva su propia cultura.



   La verdad es que la segunda de la Pitiusas reúne unas condiciones geográficas peculiares, con un clima suave y unos lugares muy acogedores que la convierten en una isla llena de encantos. No he tenido la oportunidad de visitarla en pleno verano, …….. por lo que toda ella da sensación de tranquilidad, se respira paz y sosiego.



   Solamente podemos llegar a Formentera en barco, desde Ibiza; otro detalle que la hace aún más sugestiva. Existen varias líneas de ferrys y transbordadores que desde el puerto de Ibiza te trasladan, en menos de media hora, a La Savina, puerta de entrada a Formentera, con un amplio abanico de horarios y posibilidades, pues incluso puedes transportar el vehículo. Si la excursión es de un día es aconsejable alquilar un coche, una moto o una bicicleta, dependiendo de los gustos y capacidades de cada persona.




   A pesar de ser un pequeña isla, la historia de Formentera está llena de avatares e interrogantes, incluso estuvo prácticamente deshabitada desde el siglo XIV hasta el XVII debido a la constante ofensiva de turcos, corsarios y piratas de aquella época, teniendo en cuenta el precario sistema defensivo existente.




   El cultivo de la vid, el pastoreo, la fabricación artesanal de queso y la explotación de las salinas consolidó la población. Durante el siglo XX el turismo de masas hizo que poco a poco la Formentera tradicional fuese desapareciendo. Hay quien todavía recuerda aquel artesanal queso de Formentera, hoy en día un producto escaso, casi desaparecido. Se elaboraba con leche de cabra y oveja, y se cuajaba con la flor del cardo.




   En el interior de esta diminuta isla se conservan casas que mantienen la antigua arquitectura tradicional, muchas acondicionadas para el turismo rural, algunas rodeadas de higueras que junto con las sabinas son los árboles más representativos. 



   Sería muy largo enumerar todas las playas y calas que rodean y envuelven la isla, si una te gusta y te resulta bonita, la siguiente te llena, y la siguiente no es menos, y ……. Existen muchos lugares acogedores y rincones con un encanto especial. 




   Una recomendación es la Mola, el punto más elevado de Formentera con 192 m. con el faro, un monolito titulado “Los jóvenes de espíritu” dedicado a Julio Verne, bonitos acantilados y vistas espectaculares.



   En la Mola se pueden contemplar  las verdeazuladas, largas y esbeltas lagartijas Podarcis Pityusensis, una especie endémica de las islas Pitiusas. Son vegetarianas y muy sociables pues tal parece que salen al encuentro de los visitantes. La mejor época para observarlas es desde la primavera, después del letargo del invierno, hasta el otoño.



   Pasar al menos un día en Formentera, merece la pena, es inolvidable.





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