En el Mediterráneo casi todas las islas son
como un estimulante regalo de la
Naturaleza , y tuve la suerte de conocer Ibiza y Formentera en
primavera para poder apreciar los maravillosos contrastes entre la tierra,
llena de colores, el cielo y el mar.
Junto
con los numerosos pequeños islotes que las adornan se conocen con el nombre de
Islas Pitiusas “islas de pinos”, así las llamaron los griegos, pues Pitys
significa pino en griego. Sus frondosos bosques de pino mediterráneo se
extienden por campos y montañas, y caracterizan el paisaje de estas islas.
He leído que cualquier visita o ruta por la
isla de Ibiza debe tener su punto de partida en su capital, Eivissa. Esta
bonita ciudad suele recibir al viajero con el mismo entusiasmo y especial magia
que sedujo a los fenicios, los cuales según cuentan los historiadores la
fundaron en el año 654 a .C.
Lugar estratégico en las rutas marítimas por
su cercanía a la Península Ibérica
y a las costas africanas, con un puerto resguardado, de fácil acceso y con una
amurallada colina para protegerlo de posibles ataques, supuso un especial
atractivo para romanos, árabes, catalanes y castellanos. Debido al interés
defensivo de todos los conquistadores, hoy podemos observar una impresionante
fortaleza con unas murallas construidas en el siglo XVI para proteger la ciudad
de los piratas y de los otomanos, declarada Patrimonio de la Humanidad.
La vista y el pensamiento te conducen y te
llevan a la parte alta, a la cima de la colina. Detrás del Mercado Viejo se
encuentra el Portal de ses Taules, la entrada habitual al recinto amurallado de
Dalt Vila, adornada con dos estatuas romanas. El nombre hace referencia a “las
taules” unas maderas que servían de puente levadizo para defender la ciudad.
Nos introducimos en un ambiente medieval de
calles empedradas, palacios, torres, monasterios, hasta llegar a la plaza de la Catedral , en la cima de
la colina. En la subida tomamos un respiro en uno de los baluartes que
circundan el recinto amurallado, el de Santa Llúcia, con una vista que te llena
y seduce, contemplando la gran actividad del puerto, aquí se cruzan yates de
lujo, barcos de pasaje, mercantes y los tradicionales llaüts.
El mirador del Rey Jaume I se encuentra al
lado de la Catedral
y la Casa de la Curia , un edificio del siglo
XIII que en su día albergó los primeros tribunales de la isla de Ibiza, ahora
se ubica una oficina de Información y Turismo. Sin duda es uno de los mejores
sitios para pararse a descansar y disfrutar de unas vistas privilegiadas de
Ibosim, Ebusus, Yebisha, Eivissa, Ibiza, distintos nombres para una ciudad que
en la actualidad es “la Vila ”,
como la llaman los lugareños.
Para concluir el recorrido por la parte alta
de la Vila
debemos detenernos en los baluartes de Sant Jordi y Sant Jaume, y apreciar, desde
la altura, la suavidad de la mayor de las Pitiusas, salpicada por casas blancas
y aisladas, pinos, higueras, almendros, ……con el mar siempre presente.
Desde la colina se desciende por calles
empinadas, antes de salir por el Portal Nou. Una vez abajo, junto al puerto, el
barrio de la La Marina ,
merece la pena recorrer el casco urbano y conocer las zonas céntricas como el
Paseo de Vara de Rey o la Plaza
del Parque, con numerosos bares y tiendas.
Durante la primavera, la floración de
diferentes especies de plantas tiñe los campos de vivos colores y perfuma el
aire de la isla con variadas fragancias. En la época menos turística, lejos de
los calores del verano, la naturaleza te da una respuesta inesperada llena de
vida.
Al poco tiempo de llegar te sorprende que
la mayoría de los pueblos tienen nombre de santo o de santa, y surge la
curiosidad. No parece existir una respuesta clara, quizás la propia historia de
la isla ofrezca la mejor explicación.
Las gentes de Ibiza, desde el principio de
los tiempos, solían vivir repartidas por toda la isla, con sus terrenos, casas
y huertos, con una economía de subsistencia y ajenos a los avatares del mundo
exterior. Pero las incursiones de piratas cambiaron su forma de vida y marcaron
profundamente a la población.
Entre los siglos XIV y XVIII los habitantes
de Ibiza vivieron bajo el acoso y asedio continuo de los piratas, que saqueaban
sus huertos y casas, se aprovechaban de las mujeres y llevaban a los jóvenes
como esclavos. Con la idea de defenderse de estos ataques, se
asentaron en torno a las iglesias, las cuales asumieron otra función que no era
puramente eclesiástica, y sus gruesos muros supusieron un excelente cobijo para
los ibicencos que incluso colocaban cañones sobre los tejados planos de estos
edificios. Por este motivo los pueblos de Ibiza tienen sus blancas iglesias rurales, algunas encaramadas en lo alto, cuyas campanas convocaban en otra época a misa a los lugareños desperdigados por la zona. De aquí salen los nombres de la mayoría de los pueblos de esta isla.
Un recorrido en coche te hace ver que históricamente las casas del interior de Ibiza han estado diseminadas, con una arquitectura rural de paredes gruesas, ventanas estrechas, tejados planos, escaleras de yeso y encaladas de blanco. Una forma inteligente de descubrir esta parte más oculta de Ibiza es seguir la ruta de estas iglesias, encontrarás tanto para ver y disfrutar como en la costa.
Muchas cosas tuvieron que cambiar y se realizaron numerosas construcciones defensivas, destacando los numerosos torreones ubicados en puntos estratégicos del contorno costero, la mayoría de los cuales se conservan en la actualidad.
Muchas cosas tuvieron que cambiar y se realizaron numerosas construcciones defensivas, destacando los numerosos torreones ubicados en puntos estratégicos del contorno costero, la mayoría de los cuales se conservan en la actualidad.
Dicen que Ibiza tiene fama en todo el mundo,
sobre todo porque a partir de los años 60 se convirtió en uno de los refugios
del movimiento hippy, y en ese ambiente desbordante de libertad y desenfado se
fue generando una forma diferente de entender la vida, que hoy todavía se
mantiene pero a pequeña escala y no de manera permanente; pero sigue siendo una
gran desconocida con plácidos lugares y encantadores parajes rodeados de
árboles, flores y naturaleza.
En la zona este, Santa Eularia des Riu es
ineludible para los visitantes, con una interesante muestra de arquitectura
tradicional, un romántico paseo marítimo y su conjunto histórico, el Puig de
Missa, una colina que mira al mar en cuya cima se encarama su templo
fortificado, una estilizada y bella iglesia del siglo XVI. Desde aquí hay unas
agradables vistas sobre la desembocadura del único río de la isla.
Santa Eularia es el segundo municipio de la
isla y además de su costa nos ofrece campos llenos de vida y pueblos
pintorescos con mucho encanto como Sant Carles de Peralta, Santa Gertrudis de
Fruitera y Jesús, con iglesias encaladas y un especial ambiente rural.
En Ibiza hay muchos caminos acondicionados
para pasear en bicicleta o para los aficionados al senderismo. Estos
itinerarios nos permiten recorrer por lugares alternativos, descubriendo calas,
playas y una naturaleza única.
Desde Santa Eularia existe una ruta
bordeando la costa hasta llegar a cala Martina y Punta Arabí, en Es Canar,
entre rocas y pinos, atravesando algunas calas y playas, de una hora y media,
que en un día claro nos engancha por su belleza y su luz. Es que en esta isla
se mantiene virgen gran parte de su territorio. Pasear por algunos lugares es
un lujo que a veces no se valora.
Al lado de la carretera, llegando a Sant
Carles de Peralta, tenemos una cita obligada, una parada en la ruta hacia las
playas del norte, es el mercadillo hippy de las Dalias que todos los sábados
abre sus puertas. Además del buen ambiente y su cuidada distribución se suman
una gran variedad de tenderetes de ropa, bisutería, pareos, artesanía, y mucho
más.
De nuevo en ruta para acercarnos a Pou des
Lleó en la península de Es Cap Roig, atravesar la playa y después de dejar el coche
al lado de un restaurante seguir unos 700 metros por un camino
de tierra, pasando al lado de unas parcelas labradas, hasta llegar a la Torre d’en Valls o de
Campanitx. Desde aquí una fantástica vista de la isla privada de Tagomago, en
medio de un entorno de pinos y sabinas, con el mar al fondo, ……….un precioso
contraste.
Es preciso coger el mapa para ubicarse,
estamos al norte, zona serrana, carretera sinuosa con bosque a ambos lados, uno
se da cuenta que la isla atesora un valioso patrimonio botánico y animal. Nos
acercamos a Cala Sant Vicent, un atractivo enclave turístico, luego Sant Vicent
de Sa Cala, un pueblecito de ambiente familiar con su iglesia encalada y sin
adornos, del siglo XIX.
Un poco más allá Sant Joan de Labritja, uno
de los centros hippies de la década de 1960 que todavía conserva algunos
detalles de aquel ambiente desenfadado. El municipio posee atractivas calas
como la de Benirrás, cerca del Port de Sant Miquel, en medio de un frondoso bosque
y con un llamativo islote en medio de la bahía. Más al norte Portinatx, con un
litoral de gran belleza.
Esta zona norte tiene un especial carácter
rural donde se encuentran olivos milenarios, llamativas higueras, sabinas
espectaculares, flora multicolor, halcones, liebres, lagartijas verdes azuladas
protegidas (Podarcis pityusensis), …….. en medio de llamativas mansiones
ubicadas en lugares inhóspitos.
Muy cerca Cala Salada, donde los pinares se
juntan con la arena, conserva cierto aire marinero por sus tradicionales
varaderos para guardar las lanchas. Un lugar bastante popular, con aguas
transparentes, que merece la pena conocer.
Bordeando la costa, a pocos kilómetros al
sur de Sant Antoni, Cala Comte es una playa con rocas y arena blanca,
encantadora, con unas aguas de un azul que te iluminan. Desde aquí se
contemplan los islotes de Es Bosc, Sa Conillera y S’Espartar, muy cerca del
litoral. Al fondo se divisa la
Torre d’en Rovira, una más en alerta ante la amenaza de
piratas.
Desde aquí siguiendo hacia el sur, pasando
por Cala Tarida y Cala Vedella hasta llegar a Cala d’Hort, una zona muy
turística pero con pequeñas playas escondidas y singulares parajes que te
invitan a pasear y descubrir el entorno. La idea es llegar hasta uno de los
símbolos más representativos y conocidos de Ibiza, los islotes de Es Vedrá y Es
Vedranell, que apenas distan dos kilómetros de la costa.
Es Vedrá es una roca de 382 m. de altura que parece emerger del mar para
bañar todo el litoral, su altura casi alcanza la de Sa Talaia de Sant Josep, el
monte más elevado de la isla; y Es Vedranell mucho más pequeña parece
esconderse a su lado. Aquí anidan muchas colonias de aves. Se llega desde la
carretera que une Es Cubells y Cala d’Hort, donde empieza un camino que en
apenas 15 minutos alcanza la
Torre des Savinar. Observar Es Vedrá desde lo alto del
acantilado genera una extraña sensación, estos islotes son protagonistas de
muchas leyendas.
La mayoría de las playas de Ibiza son calas
de arena como la emblemática Ses Salines, donde en verano se citan famosos y
gente de todas las tendencias. Debe su nombre a unos estanques cercanos a la
playa, aquí desde hace siglos se deseca el agua del mar para obtener sal, es
además un Parque Natural protegido que atrae a centenares de aves migratorias.
Muy cerca Sa Caleta, un acogedor rincón que
te llena de sosiego, con sus varaderos tradicionales, rodeado de pinos y
sabinas, al lado del lugar donde posiblemente se establecieron los primeros
pobladores de la isla, fenicios, en el siglo VII a. C., como demuestran los
restos encontrados en un yacimiento próximo, declarado Patrimonio de la Humanidad.
Dicen que la verdadera magia de Ibiza radica
en su capacidad para adaptarse a todo tipo de personas. Esta pequeña isla
mediterránea atrae a aventureros, familias en busca de descanso, jóvenes de
fiesta, parejas, ……… Parece ser que
entre calas pérdidas, pueblos encalados y una naturaleza que te llena y atrae,
existe una Ibiza para cada viajero.
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