Desde la otra orilla del Guadalquivir,
Córdoba te ofrece un perfil color óxido, apagado, escondiendo la reluciente
blancura de sus callejones retorcidos que bajan hasta la Mezquita. Dicen
algunos historiadores y bastantes románticos que el itinerario debe comenzar en
el Puente Romano, aunque solamente sus cimientos son romanos, por donde ya
cruzaba la Vía Augusta
en el siglo I, y hoy te conduce con sus 16 arcos medievales hasta las
inmediaciones de la culminación de un maravilloso legado que romanos, judíos,
musulmanes y cristianos dejaron en esta ciudad andaluza: la Mezquita – Catedral.
¿Cómo ha sido posible conseguir una obra
arquitectónica de las características de este impresionante conjunto ubicado en
Córdoba? A veces, la historia es caprichosa y consigue estos maravillosos
efectos cargados de contrastes, armonía y belleza; y nos convierte en
privilegiados por ser simples observadores de este riquísimo pasado.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO , es un edificio
único en el mundo que no deja indiferente a ningún visitante, sea de la
creencia que sea.
El uso y la reutilización de la hoy
Catedral, durante siglos, hace más complejo su estudio debido a los numerosos
cambios que ha sufrido con el tiempo. Además, nunca dejó de tener una función
religiosa y de culto. Primero fue basílica de San Vicente, en época visigoda,
luego, a mediados del siglo VIII fue reutilizada como mezquita por los
musulmanes, y desde la conquista de Córdoba, por Fernando III el Santo, se ha
venido utilizando como catedral.
Desde mi etapa como estudiante siempre tuve
la curiosidad por conocer este conocido y admirado monumento, y nunca podré
olvidar la primera visita. Estaba viajando con otros profesores y un grupo de alumnos
en un viaje de estudios, y allí conocimos a un espléndido y documentado guía,
excelente comunicador, que nos mostró su gran conocimiento y profundos
sentimientos sobre la
Mezquita de Córdoba.
¡Qué
importante es la labor de un buen guía en estos lugares llenos de cultura,
historia y arte!
Todo parece indicar, según la documentación
conseguida y los estudios realizados, que los musulmanes después de ocupar
Córdoba llevaron a cabo los mismos pasos que con anterioridad habían seguido en
Damasco – Siria algunos años antes, es decir, expropiaron a los cristianos la
mitad de la iglesia que éstos poseían, la basílica de San Vicente.
La mezquita es el lugar donde se reúnen los
musulmanes para rezar. Es muy posible que las mezquitas islámicas hayan tenido
su origen más cercano en las basílicas del Mediterráneo Oriental, a las que se
parecen en muchos aspectos. Su arquitectura, su planta y forma pueden ser
notablemente heterogéneas en todo el mundo musulmán, pero en toda mezquita
encontraremos una serie de elementos comunes, casi imprescindibles.
El alminar
o minarete es la torre de planta cuadrada o circular que suele ubicarse en
el extremo Norte del patio de abluciones, desde donde el muecín o almuédano
realiza la llamada a la oración a todos los fieles cinco veces al día. A la
entrada de todas las mezquitas hay instaladas fuentes y pilas de agua. Los
fieles deben proceder a las abluciones rituales antes de entrar en el recinto
del haram. En el Islam, el agua se utiliza para purificar al creyente.
La sala de oración o haram es la habitación principal de la mezquita; es más ancha que
larga, de acuerdo con el ordenamiento de la oración colectiva durante la cual
los fieles ocupan filas paralelas mirando en dirección a La Meca. Este oratorio
debe tener un muro orientado hacia la
Meca , la qibla, en
cuya parte central localizamos al mihrab,
un hueco que es el centro de toda mezquita y ocupa un lugar destacado, donde se
concentra la decoración más rica y vistosa, visible desde todo el haram. No es
un espacio sagrado pero indica la dirección de la plegaria, que si es sagrada;
suele tener planta semicircular y estar abierto al muro a través de un arco de
medio punto o de herradura, en ocasiones con una cúpula. El minbar, situado siempre a la derecha del
mihrab, es el púlpito sobre el que se sitúa el imán para dirigir la oración de
los fieles.
Al-Andalus es el nombre que recibirá el
territorio dominado por los musulmanes en la Península Ibérica
desde que, en el año 711, se produjo la invasión. Pero la Mezquita Alhama de
Córdoba no es sólo el símbolo de Al-Andalus, sino un monumento representativo
de todo el Occidente islámico y uno de los más asombrosos del mundo. Es el
reflejo artístico del poder de uno de los estados políticos más importantes de
occidente en los siglos IX y X: el Emirato y Califato de Córdoba.
La construcción de la Mezquita fue iniciada
por Abd al-Rahman I, en el año 785, sobre los restos de una iglesia
visigoda, inspirándose en una mezquita omeya de Jerusalén. Un hecho
particular de esta primera mezquita y de las posteriores ampliaciones es
su orientación sur, al igual que la mezquita de Damasco. Esta
circunstancia puede explicarse de diversas formas, si bien parece probable que
fuesen los terrenos arenosos del Guadalquivir los que imposibilitasen la
orientación habitual hacia la
Meca.
Por otra parte, la disposición geométrica de la mezquita despertó la imaginación de los viajeros románticos que creían ver en ella la metáfora de un bosque de palmeras orientales. Posiblemente era lo que pretendía Abderramán I al edificar el primer oratorio.
El resultado de esta primera etapa
constructiva fue una armónica sala de 11 naves con 110 columnas de mármol y
granito con capiteles romanos paleocristianos y bizantinos. Elemento novedoso
es el uso de los arcos de herradura procedente del arte visigodo y
que el Islam lo adoptará como propio y símbolo de su arquitectura.
Las arcadas que dividen las naves son dobles en altura. La
inferior, un arco de herradura, y la superior de medio punto. El juego
de luces y sombras que ofrecen la piedra caliza y el ladrillo de sus arcos
generan una singular atmósfera, y sentará base para construcciones posteriores.
Por otra parte, esta doble arquería proporciona una mayor elevación de la
cubierta y una mejor iluminación de los interiores.
A Abd al-Rahman I le sucede su
hijo Hisham I, encargado de levantar el primer alminar de la Mezquita , de planta
cuadrangular. El propio Hisham o Hixem mandó construir las galerías del patio
para la oración de las mujeres y la primera pila de abluciones. Así
quedaba configurada la primera y principal Mezquita de la ciudad. Debido al
incremento de los fieles y a los deseos de monumentalidad de los gobernantes, la Mezquita vivirá numerosas
ampliaciones y transformaciones hasta llegar al estado actual.
Durante el reinado del emir Abd al-Rahman II
se produce la denominada “primera ampliación”, añadiendo a la sala de oración
ocho arcadas o tramos hacia el sur. Las columnas que la sujetan son de mármol
blanco procedentes del teatro romano de Mérida, y aparecen los primeros
capiteles árabes, fruto de los contactos políticos con el califato oriental y
de la llegada de personajes de Oriente a Córdoba.
En el año 929, Abd al-Rahman
III se proclama califa, pasando a ser Córdoba la capital del mayor y
más influyente reino islámico de occidente. Siendo califa su hijo al-Hakam
II, se fomentó considerablemente la cultura y el conjunto de
las artes estéticas y literarias. Así mismo durante ese periodo se
incrementaron los contactos políticos y culturales con la gran capital oriental
de Bizancio.
En esta época se produce la “segunda
ampliación” de la Mezquita ,
Alhakem o al-Hakam añade doce tramos más, aproximándose aún más hacia el
curso del Guadalquivir, alcanzando la definitiva profundidad que el edificio tiene
en la actualidad. Todos los materiales que se utilizaron fueron hechos para la
obra. Se alternan columnas de mármol rosado y azules, y se realizan capiteles
denominados de pencas. Esta ampliación aporta los mayores tesoros que hoy tiene
la mezquita: el Mihrab, con su preciosista y exuberante decoración en
mármol labrado y su cúpula octogonal central de arcos entrelazados,
consideradas ambas obras de gran valor decorativo dentro del arte universal.
Al califa al-Hakam II le sucedió su
hijo Hisham II, pero al ser menor de edad, su poder lo ejerció Almanzor,
apodado “el azote de los cristianos”. A pesar de los notables éxitos militares,
a su muerte el califato entró en decadencia y poco tiempo después desapareció.
Almanzor es conocido por llevar a cabo la tercera
y última gran ampliación, a finales del siglo X. La inminente caída del
califato se vislumbra en la pobreza de los materiales empleados en
esta zona. Al no poder continuar hacia el sur debido a la proximidad del
Guadalquivir, Almanzor optó por añadir ocho naves en dirección este.
Al llegar a este punto, el visitante puede escuchar sus pasos entre el frío mármol mientras mantiene su cabeza erguida, observando los arcos que se levantan a su vista. Las dovelas rojas y blancas parecen dar profundidad al templo y las mil columnas que lo sostienen parecen esconder la ruta de un laberinto indefinido.
Al llegar a este punto, el visitante puede escuchar sus pasos entre el frío mármol mientras mantiene su cabeza erguida, observando los arcos que se levantan a su vista. Las dovelas rojas y blancas parecen dar profundidad al templo y las mil columnas que lo sostienen parecen esconder la ruta de un laberinto indefinido.
Tras la conquista de la ciudad por Fernando
III el Santo, la Mezquita
entra en una nueva e importante etapa de su historia. Desde ese momento se
iniciaron reformas parciales dentro del edificio, insertando capillas y
diversos elementos cristianos. Pero fue en 1523, cuando el cabildo
eclesiástico, con el apoyo de Carlos V, ante la oposición del Consejo de la
ciudad, mandó edificar la actual catedral cristiana dentro de las naves de la
antigua mezquita. Las zonas afectadas fueron las de Abderrahman II y Almanzor.
Al llegar a este punto no se puede omitir
una vieja polémica que ha acompañado a este simbólico edificio desde su
reconversión. ¿Por qué no se construyó la Catedral en otro sitio de la ciudad? Muchos
historiadores y estudiosos de este majestuoso lugar afirman que de no haberse
realizado las obras catedralicias, no hubiera llegado hasta nosotros. El
edificio no habría sobrevivido.
Parece cierto que no hubo consenso entre los
propios miembros del Cabildo eclesiástico, que el ambiente en la ciudad estaba
bastante encendido al inicio de las obras, y que son famosas las palabras del
propio emperador Carlos V al conocer el alcance de las obras: “Yo no sabía que era esto. ¿Por qué hacéis
lo que puede haber en otras partes y habéis deshecho lo que era singular en el
mundo? Aunque hay prestigiosos
historiadores que alimentan esta polémica con conclusiones muy diferentes: “¿Cómo un monarca católico que conocía la
transformación de Santa Sofía en Mezquita iba arrepentirse de la transformación
de la Mezquita
del “infiel” al símbolo católico?”
Las obras tardaron 234 años, por lo que en
una misma construcción se resumen casi dos siglos de evolución arquitectónica.
Señalar como elementos destacados la planta de cruz latina, los arcos
son todavía góticos apuntados, la ornamentación plateresca y la cúpula
renacentista.
Impresionante el retablo mayor realizado en mármol rojo, majestuosos los púlpitos a ambos lados del arco toral, de mármol y caoba; imponente la sillería del coro, elaborada en caoba se halla toda tallada y esculpida con diversos temas. Paralelo en belleza a la sillería, el Tesoro.
Impresionante el retablo mayor realizado en mármol rojo, majestuosos los púlpitos a ambos lados del arco toral, de mármol y caoba; imponente la sillería del coro, elaborada en caoba se halla toda tallada y esculpida con diversos temas. Paralelo en belleza a la sillería, el Tesoro.
El alminar o minarete levantado por
Abderraman III se conserva en el interior de la actual torre de campanas.
Ese antiguo alminar islámico fue "forrado" con envoltura barroca. A
finales del siglo XVI se demolió una parte del antiguo alminar para colocar el
cuerpo de campanas, posteriormente en el siglo XVII se construye el cuerpo del
reloj. A finales de ese siglo se cimenta por peligro de ruina para reforzarla.
Entrar al Patio de los Naranjos es como
volver atrás en el tiempo, aunque su aspecto ha ido cambiando a lo largo de la Historia , aquí los cadíes
impartían justicia a las puertas del templo, los sabios explicaban lecciones de álgebra y
geometría y los mercaderes intercambiaban sus productos traídos de lugares
lejanos. Los claustros actuales son producto de una remodelación total llevada
a cabo en las primeras décadas del siglo XVI. Bajo los naranjos existe un
amplio aljibe que aseguraba el agua necesaria para las purificaciones de los
musulmanes. Hoy no hay palmeras como las hubo en la época califal, sino
naranjos y olivos que perfuman las suntuosas puertas del oratorio. Por dentro,
la luz se vuelve sombra y la claridad, palidez.
Este impresionante monumento del siglo VIII es
por su extensión la tercera mezquita del mundo. Cuando observamos su fachada,
cerrada por fuertes muros coronados de almenas no nos podremos imaginar
las maravillas que encontraremos en su interior.
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