Nº visitantes

miércoles, 5 de marzo de 2014

La Mezquita-Catedral de Córdoba



   Desde la otra orilla del Guadalquivir, Córdoba te ofrece un perfil color óxido, apagado, escondiendo la reluciente blancura de sus callejones retorcidos que bajan hasta la Mezquita. Dicen algunos historiadores y bastantes románticos que el itinerario debe comenzar en el Puente Romano, aunque solamente sus cimientos son romanos, por donde ya cruzaba la Vía Augusta en el siglo I, y hoy te conduce con sus 16 arcos medievales hasta las inmediaciones de la culminación de un maravilloso legado que romanos, judíos, musulmanes y cristianos dejaron en esta ciudad andaluza: la Mezquita – Catedral.


   ¿Cómo ha sido posible conseguir una obra arquitectónica de las características de este impresionante conjunto ubicado en Córdoba? A veces, la historia es caprichosa y consigue estos maravillosos efectos cargados de contrastes, armonía y belleza; y nos convierte en privilegiados por ser simples observadores de este riquísimo pasado.
   Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un edificio único en el mundo que no deja indiferente a ningún visitante, sea de la creencia que sea.


   El uso y la reutilización de la hoy Catedral, durante siglos, hace más complejo su estudio debido a los numerosos cambios que ha sufrido con el tiempo. Además, nunca dejó de tener una función religiosa y de culto. Primero fue basílica de San Vicente, en época visigoda, luego, a mediados del siglo VIII fue reutilizada como mezquita por los musulmanes, y desde la conquista de Córdoba, por Fernando III el Santo, se ha venido utilizando como catedral.


   Desde mi etapa como estudiante siempre tuve la curiosidad por conocer este conocido y admirado monumento, y nunca podré olvidar la primera visita. Estaba viajando con otros profesores y un grupo de alumnos en un viaje de estudios, y allí conocimos a un espléndido y documentado guía, excelente comunicador, que nos mostró su gran conocimiento y profundos sentimientos sobre la Mezquita de Córdoba.
¡Qué importante es la labor de un buen guía en estos lugares llenos de cultura, historia y arte!


   Todo parece indicar, según la documentación conseguida y los estudios realizados, que los musulmanes después de ocupar Córdoba llevaron a cabo los mismos pasos que con anterioridad habían seguido en Damasco – Siria algunos años antes, es decir, expropiaron a los cristianos la mitad de la iglesia que éstos poseían, la basílica de San Vicente.
   La mezquita es el lugar donde se reúnen los musulmanes para rezar. Es muy posible que las mezquitas islámicas hayan tenido su origen más cercano en las basílicas del Mediterráneo Oriental, a las que se parecen en muchos aspectos. Su arquitectura, su planta y forma pueden ser notablemente heterogéneas en todo el mundo musulmán, pero en toda mezquita encontraremos una serie de elementos comunes, casi imprescindibles.


   El alminar o minarete es la torre de planta cuadrada o circular que suele ubicarse en el extremo Norte del patio de abluciones, desde donde el muecín o almuédano realiza la llamada a la oración a todos los fieles cinco veces al día. A la entrada de todas las mezquitas hay instaladas fuentes y pilas de agua. Los fieles deben proceder a las abluciones rituales antes de entrar en el recinto del haram. En el Islam, el agua se utiliza para purificar al creyente.


   La sala de oración o haram es la habitación principal de la mezquita; es más ancha que larga, de acuerdo con el ordenamiento de la oración colectiva durante la cual los fieles ocupan filas paralelas mirando en dirección a La Meca. Este oratorio debe tener un muro orientado hacia la Meca, la qibla, en cuya parte central localizamos al mihrab, un hueco que es el centro de toda mezquita y ocupa un lugar destacado, donde se concentra la decoración más rica y vistosa, visible desde todo el haram. No es un espacio sagrado pero indica la dirección de la plegaria, que si es sagrada; suele tener planta semicircular y estar abierto al muro a través de un arco de medio punto o de herradura, en ocasiones con una cúpula. El minbar, situado siempre a la derecha del mihrab, es el púlpito sobre el que se sitúa el imán para dirigir la oración de los fieles.


   Al-Andalus es el nombre que recibirá el territorio dominado por los musulmanes en la Península Ibérica desde que, en el año 711, se produjo la invasión. Pero la Mezquita Alhama de Córdoba no es sólo el símbolo de Al-Andalus, sino un monumento representativo de todo el Occidente islámico y uno de los más asombrosos del mundo. Es el reflejo artístico del poder de uno de los estados políticos más importantes de occidente en los siglos IX y X: el Emirato y Califato de Córdoba.


   La construcción de la Mezquita fue iniciada por Abd al-Rahman I, en el año 785, sobre los restos de una iglesia visigoda, inspirándose en una mezquita omeya de Jerusalén. Un hecho particular de esta primera mezquita y de las posteriores ampliaciones es su orientación sur, al igual que la mezquita de Damasco. Esta circunstancia puede explicarse de diversas formas, si bien parece probable que fuesen los terrenos arenosos del Guadalquivir los que imposibilitasen la orientación habitual hacia la Meca.
   Por otra parte, la disposición geométrica de la mezquita despertó la imaginación de los viajeros románticos que creían ver en ella la metáfora de un bosque de palmeras orientales. Posiblemente era lo que pretendía Abderramán I al edificar el primer oratorio.


   El resultado de esta primera etapa constructiva fue una armónica sala de 11 naves con 110 columnas de mármol y granito con capiteles romanos paleocristianos y bizantinos. Elemento novedoso es el uso de los arcos de herradura procedente del arte visigodo y que el Islam lo adoptará como propio y símbolo de su arquitectura. Las arcadas que dividen las naves son dobles en altura. La inferior, un arco de herradura, y la superior de medio punto. El juego de luces y sombras que ofrecen la piedra caliza y el ladrillo de sus arcos generan una singular atmósfera, y sentará base para construcciones posteriores. Por otra parte, esta doble arquería proporciona una mayor elevación de la cubierta y una mejor iluminación de los interiores.


   A Abd al-Rahman I le sucede su hijo Hisham I, encargado de levantar el primer alminar de la Mezquita, de planta cuadrangular. El propio Hisham o Hixem mandó construir las galerías del patio para la oración de las mujeres y la primera pila de abluciones. Así quedaba configurada la primera y principal Mezquita de la ciudad. Debido al incremento de los fieles y a los deseos de monumentalidad de los gobernantes, la Mezquita vivirá numerosas ampliaciones y transformaciones hasta llegar al estado actual.


   Durante el reinado del emir Abd al-Rahman II se produce la denominada “primera ampliación”, añadiendo a la sala de oración ocho arcadas o tramos hacia el sur. Las columnas que la sujetan son de mármol blanco procedentes del teatro romano de Mérida, y aparecen los primeros capiteles árabes, fruto de los contactos políticos con el califato oriental y de la llegada de personajes de Oriente a Córdoba.


   En el año 929, Abd al-Rahman III se proclama califa, pasando a ser Córdoba la capital del mayor y más influyente reino islámico de occidente. Siendo califa su hijo al-Hakam II, se fomentó considerablemente la cultura y el conjunto de las artes estéticas y literarias. Así mismo durante ese periodo se incrementaron los contactos políticos y culturales con la gran capital oriental de Bizancio.



   En esta época se produce la “segunda ampliación” de la Mezquita, Alhakem o al-Hakam añade doce tramos más, aproximándose aún más hacia el curso del Guadalquivir, alcanzando la definitiva profundidad que el edificio tiene en la actualidad. Todos los materiales que se utilizaron fueron hechos para la obra. Se alternan columnas de mármol rosado y azules, y se realizan capiteles denominados de pencas. Esta ampliación aporta los mayores tesoros que hoy tiene la mezquita: el Mihrab, con su preciosista y exuberante decoración en mármol labrado y su cúpula octogonal central de arcos entrelazados, consideradas ambas obras de gran valor decorativo dentro del arte universal.



   Al califa al-Hakam II le sucedió su hijo Hisham II, pero al ser menor de edad, su poder lo ejerció Almanzor, apodado “el azote de los cristianos”. A pesar de los notables éxitos militares, a su muerte el califato entró en decadencia y poco tiempo después desapareció.


   Almanzor es conocido por llevar a cabo la tercera y última gran ampliación, a finales del siglo X. La inminente caída del califato se vislumbra en la pobreza de los materiales empleados en esta zona. Al no poder continuar hacia el sur debido a la proximidad del Guadalquivir, Almanzor optó por añadir ocho naves en dirección este.
   Al llegar a este punto, el visitante puede escuchar sus pasos entre el frío mármol mientras mantiene su cabeza erguida, observando los arcos que se levantan a su vista. Las dovelas rojas y blancas parecen dar profundidad al templo y las mil columnas que lo sostienen parecen esconder la ruta de un laberinto indefinido.


   Tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo, la Mezquita entra en una nueva e importante etapa de su historia. Desde ese momento se iniciaron reformas parciales dentro del edificio, insertando capillas y diversos elementos cristianos. Pero fue en 1523, cuando el cabildo eclesiástico, con el apoyo de Carlos V, ante la oposición del Consejo de la ciudad, mandó edificar la actual catedral cristiana dentro de las naves de la antigua mezquita. Las zonas afectadas fueron las de Abderrahman II y Almanzor.



   Al llegar a este punto no se puede omitir una vieja polémica que ha acompañado a este simbólico edificio desde su reconversión. ¿Por qué no se construyó la Catedral en otro sitio de la ciudad? Muchos historiadores y estudiosos de este majestuoso lugar afirman que de no haberse realizado las obras catedralicias, no hubiera llegado hasta nosotros. El edificio no habría sobrevivido.


   Parece cierto que no hubo consenso entre los propios miembros del Cabildo eclesiástico, que el ambiente en la ciudad estaba bastante encendido al inicio de las obras, y que son famosas las palabras del propio emperador Carlos V al conocer el alcance de las obras: “Yo no sabía que era esto. ¿Por qué hacéis lo que puede haber en otras partes y habéis deshecho lo que era singular en el mundo?  Aunque hay prestigiosos historiadores que alimentan esta polémica con conclusiones muy diferentes: “¿Cómo un monarca católico que conocía la transformación de Santa Sofía en Mezquita iba arrepentirse de la transformación de la Mezquita del “infiel” al símbolo católico?”  


   Las obras tardaron 234 años, por lo que en una misma construcción se resumen casi dos siglos de evolución arquitectónica. Señalar como elementos destacados la planta de cruz latina, los arcos son todavía góticos apuntados, la ornamentación plateresca y la cúpula renacentista. 



   Impresionante el retablo mayor realizado en mármol rojo, majestuosos los púlpitos a ambos lados del arco toral, de mármol y caoba; imponente la sillería del coro, elaborada en caoba se halla toda tallada y esculpida con diversos temas. Paralelo en belleza a la sillería, el Tesoro.


   El alminar o minarete levantado por Abderraman III se conserva en el interior de la actual torre de campanas. Ese antiguo alminar islámico fue "forrado" con envoltura barroca. A finales del siglo XVI se demolió una parte del antiguo alminar para colocar el cuerpo de campanas, posteriormente en el siglo XVII se construye el cuerpo del reloj. A finales de ese siglo se cimenta por peligro de ruina para reforzarla.


      Entrar al Patio de los Naranjos es como volver atrás en el tiempo, aunque su aspecto ha ido cambiando a lo largo de la Historia, aquí los cadíes impartían justicia a las puertas del templo, los sabios explicaban lecciones de álgebra y geometría y los mercaderes intercambiaban sus productos traídos de lugares lejanos. Los claustros actuales son producto de una remodelación total llevada a cabo en las primeras décadas del siglo XVI. Bajo los naranjos existe un amplio aljibe que aseguraba el agua necesaria para las purificaciones de los musulmanes. Hoy no hay palmeras como las hubo en la época califal, sino naranjos y olivos que perfuman las suntuosas puertas del oratorio. Por dentro, la luz se vuelve sombra y la claridad, palidez.  


   Este impresionante monumento del siglo VIII es por su extensión la tercera mezquita del mundo. Cuando observamos su fachada, cerrada por fuertes muros coronados de almenas no nos podremos imaginar las maravillas que encontraremos en su interior.





No hay comentarios:

Publicar un comentario