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martes, 25 de febrero de 2014

Lanzarote, isla de volcanes



   El paisaje y las condiciones meteorológicas definen la propia personalidad de esta isla. Desde mi particular punto de vista, Lanzarote es geología pura, con paisajes casi lunares, y se identifica por la enorme cantidad de restos volcánicos que se extienden por ella, debido a la gran actividad volcánica de principios del siglo XVIII.


   Lo que está muy claro es que la mayoría de los visitantes o habitantes temporales escogen este lugar buscando el sol, la playa, descanso y, sobre todo, buena temperatura. Es curioso que la temporada alta en la isla, en cuanto a nivel de ocupación, sean los meses de pleno invierno. Muchas personas procedentes de diversos países europeos han convertido a esta isla como su segunda residencia. Poder pasear durante la estación invernal en camiseta y pantalón corto es un privilegio y un reclamo turístico que no admite discusión.


   Si quieres conocer un poco de la historia y cultura de esta pequeña isla, y contemplar sus tierras sedientas, cuidadas construcciones y otras pequeñas cosas que siempre llaman la atención, mi primera recomendación es alquilar un vehículo, merece la pena, por el precio y porque las carreteras en su mayoría son aceptables. La distancia entre un extremo a otro de la isla es de unos 50 km. Debes conocer que Lanzarote ha sido declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO, en 1993.  


   “El día primero de Septiembre de 1730, entre nueve y diez de la noche, la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya, a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevo del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante diecinueve días.”  Así inicia su relato manuscrito el cura de Yaiza, testigo presencial de la catástrofe acaecida en esta isla, una de los más relevantes del vulcanismo histórico, no solo por la enorme cantidad de materiales arrojados sino también por su larga duración, pues concluyó cinco años y medio después.



   La isla, de 805 Km. cuadrados de superficie, se transformó por completo, producto del magma expulsado al exterior por infinidad de bocas de emisión, de las que aún pueden verse sobre su suelo en forma de conos o montañas provistas de cráter, y cuyo núcleo orográfico principal son las Montañas del Fuego, lo que en la actualidad se conoce con el nombre de Parque Nacional de Timanfaya, cubriendo los materiales eruptivos la cuarta parte de la isla.


   Para visitarlo debemos coger una carretera perfectamente señalizada que une las poblaciones de Yaiza y Tinajo. En las proximidades de las Montañas del Fuego, tenemos la sensación de encontrarnos en un paraje desolador e irrepetible. El coche se deja en el llamado Islote de Hilario, un lugar donde el subsuelo alcanza una temperatura de 140 grados centígrados a 10 centímetros de profundidad, y sobrepasa los 600 grados a 10 metros.
   Desde el Islote de Hilario se inicia la Ruta de los Volcanes, un recorrido muy interesante y peculiar. En unas guaguas, especialmente acondicionadas y sonorizadas, nos adentramos a través de una pista asfaltada de 14 km., un itinerario muy atractivo donde podremos observar lenguas de lava, tubos volcánicos, hornitos y cráteres existentes en este lugar.


   Una buena parte de la gran extensión que hoy ocupa este inmenso mar de lava era uno de los territorios más fértiles de la isla. El río de magma incandescente fue descendiendo por el valle hasta que entró en contacto con el mar, levantando enormes columnas de vapor de agua, y aumentando posiblemente la superficie de la isla.
   Durante más de dos siglos, la brava costa del suroeste de la isla ha moldeado su rocosa geografía volcánica. El rápido enfriamiento de la lava al contacto con el agua, unido a la acción erosiva de las olas, creó un peculiar paisaje costero. Las cuevas submarinas y los recónditos recovecos morfológicos, junto a la bravura del mar, generan un espectáculo llamativo. Todo esto lo podemos observar en un paraje preparado, denominado Los Hervideros, donde el mar irrumpe con violencia.


   Y es que, como complemento a la visita del Parque Nacional de Timanfaya, desde Yaiza o Playa Blanca se puede iniciar un triángulo paisajístico gratuito, con cierto atractivo, ubicado en la costa suroeste de Lanzarote, a través de una impecable y singular carretera diseñada por César Manrique; empezando en las Salinas de Janubio, parando en los Hervideros y concluyendo en el Charco de los Clicos en el Golfo.


   Las Salinas de Janubio se construyeron a finales del siglo XIX para la producción de sal, y desde su nacimiento, estuvieron ligadas a la pesca, a las industrias de la salazón y conservas de pescado. En la vista panorámica destacan, como en toda la zona, los contrastes de color; en este caso entre la sal, el agua del mar y los tonos oscuros de la arena, rocas y parajes circundantes.
   La estrecha carretera, cercana al mar, parece advertirnos de que nos aproximamos a un espacio distinto, son Los Hervideros, donde existe un lugar para aparcar el coche. Siguiendo por esta misma carretera, a escasa distancia, llegamos a un pequeño pueblo de pescadores, El Golfo, donde podemos disfrutar de los efectos visuales del Charco de los Clicos.


   Ciertamente, las caprichosas formas volcánicas que lo rodean le confieren un aire místico. En plena playa de arena negra brota serena la laguna verde localizada en el centro de un cráter volcánico que se ha visto afectado por la erosión del mar, seccionándolo por la mitad. El Charco está formado por agua de mar filtrada, de intenso color verde esmeralda, separado del mar por la citada playa de arena que ocupa parte del antiguo cráter. Esta charca ha sido declarada Reserva Natural, por lo que está prohibido bañarse en ella. Su curiosa coloración se debe a la acumulación de un alga: la ruppia marítima.


   En el pueblecito marinero, El Golfo, existe otro hervidero pero en esta ocasión de restaurantes, y es un lugar perfecto para degustar una parrillada de pescado fresco a la espalda, con papas arrugadas y mojo canario. A buen precio. El Mar Azul puede ser una buena elección.



   Sin salir del municipio de Yaiza, podemos completar el recorrido por la zona sur de la isla visitando el enclave turístico de Playa Blanca y la Punta Papagayo. Por cierto, otra recomendación es dar un paseo por el pueblo de Yaiza, uno de los mejor conservados de la isla, adornado con una amplia variedad de plantas, con edificios blancos rematados en verde, y donde se percibe una agradable sensación de buen gusto y respeto a la arquitectura tradicional.



   En Playa Blanca se puede pasear a la orilla del mar por su cuidado paseo marítimo, aprovechando las numerosas tiendas para probar el perfume de moda, contemplar un atardecer romántico o sentarte a descansar después de un ajetreado día. No debemos olvidar que Lanzarote vive principalmente del turismo y este es uno de los lugares más interesantes de este proyecto.
   La zona del Papagayo son varias playas en una de las zonas menos explotadas de Lanzarote, debido a que pertenece al Monumento natural de los Ajaches. Es un entramado de casi dos kilómetros de diferentes calas de fina arena blanca, alejadas de ruidos y edificios, resulta un enclave perfecto de sol y playa. Muchos aseguran que estas playas son las más bonitas de la isla, en mi opinión es un lugar exótico que merece la pena.


   Para adentrarnos en estas playas se puede llegar en coche a través de una pista, y como se encuentra en un parque natural protegido, el acceso tiene un peaje de 3 euros por automóvil. 
   Desde Playa Blanca también tenemos la posibilidad de embarcar para conocer la cercana isla de Fuerteventura, realizando un trayecto en barco de unos 25/35 minutos, dependiendo del ferry elegido.
   Un detalle que llama la atención y enfada a muchos visitantes, es que para visitar la mayoría de lugares de “cierto interés” hay que pagar. Existe una tarjeta para poder visitar cuatro o cinco monumentos naturales a un precio un poco más reducido, merece la pena enterarse, y se puede comprar en el primer lugar de visita.



   Los paisajes agrícolas, generados con el paso del tiempo, constituyen otro de los atractivos de Lanzarote, tanto por su valor estético como por el hecho de ser, en algunos casos, exclusivos de la isla. Son curiosidades que se salen un poco del aspecto meramente turístico pero que pueden resultar muy útiles para entender algunos aspectos culturales y formas de vida de los propios lugareños, a veces un tanto olvidados por los visitantes.


   En la isla de Lanzarote existe una franja de terreno conocida como el “corredor del jable”, llamada así porque la arena o jable circula de forma constante transportada por el viento alisio. Esta arena marina, cargada de elementos organógenos o bioelementos, entra por el noroeste de la isla, circula por la zona centro y llega de nuevo al mar entre Playa Honda y el Aeropuerto. Es la arena de la Playa de Famara cubriendo en su recorrido los suelos del corredor.


   Esta arena posee las mismas propiedades que la arena volcánica, es decir, retiene la humedad y protege la planta del Sol. Por este motivo se ha venido usando históricamente para el cultivo de varias plantas, destacando la batata, aunque también se plantan melones, sandías, papas y otras hortalizas. Este singular sistema se practica en los municipios de Teguise y San Bartolomé.



   Otro paisaje agrícola singular lo forman los enarenados naturales de La Gería. Como ya ha quedado expuesto, debido a las erupciones volcánicas gran parte de los terrenos más fértiles de la isla quedaron cubiertos por lavas, escorias y cenizas volcánicas, conocidos en la isla como rofe o picón, que produjeron una gran pérdida de suelo agrícola. Estas capas de ceniza volcánica tienen la capacidad de retener la humedad atmosférica, y protege las plantas del sol, además de evitar las malas hierbas, aspectos que no pasaron desapercibidos por el agricultor insular, instalando sus cultivos sobre estos materiales.


   En la zona próxima a Timanfaya, donde podemos contemplar una gran cantidad de viñedos, como ocurre en La Geria, se cavan hoyos o calderas de 1 a 1,5 metros de profundidad, y hasta 6 metros de diámetro. Además, el hoyo protege a la planta del viento, para lo que también sirven los muros o zocos de piedra volcánica, perpendiculares a la dirección de los vientos dominantes.



   Desde Teguise, donde los domingos por la mañana se celebra un impresionante y recomendable mercado al aire libre, podemos coger una sinuosa carretera hasta llegar a la pequeña población de Haría, una de las más ensalzadas por todos los visitantes. Las vistas y el paisaje merecen la pena, antes de llegar al Mirador del Río.


      Desde esta antigua posición militar, enclavada en lo alto del Risco de Famara, y que a modo de atalaya permite una visión privilegiada de una amplia zona del norte de la isla, con la isla de La Graciosa en primer plano, donde resulta fácil identificar a la Caleta del Sebo y su pequeño puerto. También se puede apreciar la base del Risco, destacando con colores rojizos, las salinas más antiguas de la isla, las Salinas del Río o de Guza. El Mirador de Río es una de las creaciones propias de César Manrique, en su entusiasta proyecto de integrar arte y naturaleza.



   El Risco de Famara es un extenso acantilado de 22 kilómetros que va desde Punta Fariones, el extremo más al norte de la isla, y llega a las inmediaciones de Teguise. A largo de su orografía se alcanza el punto de mayor altitud de la isla, las Peñas del Chache, de 671 metros de altitud. El trazado vertical del Risco discurre casi en paralelo a la costa de La Graciosa, de la que la separa un estrecho brazo de mar denominado el Río. La visita merece la pena.


   La única forma de llegar hasta La Graciosa es por mar, y desde el puerto de Órzola, al norte de Lanzarote, existen dos compañías de barcos de línea regular. El trayecto dura unos 20-25 minutos. Si no hay mucho viento la travesía es recomendable.


   A escasa distancia se encuentra la Cueva de los Verdes, integrada en un vasto paisaje volcánico. Su formación es el resultado de la actividad eruptiva del Volcán de la Corona, hace aproximadamente unos 4000 años, que dio lugar a un extenso túnel volcánico subterráneo de más de seis kilómetros de longitud que discurre desde el cono volcánico hasta el mar.
   El desprendimiento parcial del techo de este túnel forma la estructura denominada "Jameo", que es una abertura la cual permite el acceso a las diferentes grutas. En el túnel formado por el Volcán de la Corona existen al menos dieciséis Jameos. Los más de seis kilómetros conocidos se prologan desde el cráter del volcán hasta que se adentra en el mar en un tramo submarino de un kilómetro y medio, denominado "Túnel de la Atlántida".



   El tramo visitable está formado por un kilómetro de galerías superpuestas con interconexiones verticales entre ellas. Lo que para algunos puede resultar atractivo por la gama de colores que adornan las bóvedas y paredes de la gruta, para otros la visita no ofrece la espectacularidad o sensaciones esperadas. En otro sentido, se tienen evidencias históricas de que las galerías de la Cueva de los Verdes servían como escondite y refugio a la población insular de esta zona, durante las continuas invasiones por parte de piratas de la costa norte de África, principalmente durante los siglos XVI y XVII.


   En el mismo túnel producido por la erupción del Volcán de la Corona, se localizan los Jameos del Agua, en una zona más próxima a la costa. Es otro de los Centros de Turismo promocionados para los visitantes de la isla. Deben su nombre a la existencia de un lago interior que constituye una formación geológica singular. Se origina por filtración al encontrarse por debajo del nivel del mar y está formado por al menos tres jameos o aberturas en el terreno.


   En el interior del recinto descubrimos un lago natural de aguas claras y transparentes. Su carácter catedralicio se ve reforzado por la presencia de un hueco en la parte superior de la bóveda desde donde, en días luminosos, se proyecta un haz de luz que se hunde en la profundidad del agua.
   Alberga algunas especies endémicas entre las que destacan los célebres cangrejos ciegos (Munidopsis polymorpha) que puntean el fondo rocoso del lago. La oscuridad de la gruta provoca la carencia de pigmentación. Este raro espécimen, de color blanquecino y de apenas un centímetro de longitud, sirve como símbolo de los Jameos del Agua.



   Después de cruzar el lago lateralmente se asciende al "Jameo Grande", el contraste de la roca oscura y rugosa con el blanco esmaltado de la piscina consigue un efecto agradable a la vista.
   A pocos kilómetros, en la localidad de Guatiza, municipio de Teguise, encontramos el Jardín de Cactus. En el exterior llama la atención un gran cactus metálico y la puerta de hierro forjado, en medio de un entorno agrícola.



   Desde la puerta de entrada tenemos una visión de conjunto de todo el recinto, con el molino al fondo. El interior presenta una estructura circular, dicen que simulando los cráteres insulares.
   La verdad es que la isla de Lanzarote es como un invernadero al aire libre, aquí puede crecer todo lo que se plante. Es fácil encontrar algún cactus en cualquier rincón de la isla, pero en este Jardín podemos detenernos ante formas originales, con cierto carácter escultórico, de algunas especies procedentes de diversos países, con hermosos colores y contrastes.


   Podemos leer y escuchar de los propios isleños que “es imposible imaginarse Lanzarote, tal y como es hoy, sin César Manrique”. Según sus propias palabras “vine con la intención de convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta, dadas las infinitas posibilidades que Lanzarote ofrecía ".



   La Casa-Museo del Campesino y Monumento a la Fecundidad, es otra de sus obras simbólicas. Situada en el centro geográfico de Lanzarote, en la localidad de Mozaga, en el municipio de San Bartolomé, donde confluyen importantes zonas agrícolas: el jable y los enarenados. Dicen que fue construido para inmortalizar el duro trabajo de los campesinos lanzaroteños, en la obtención de productos agrícolas de una tierra árida.
   Está formado por una serie de edificaciones que se inspiran en la arquitectura tradicional de la isla, mezclando los elementos más característicos de las distintas zonas geográficas. La entrada es libre.



   Para completar este recorrido por la isla de los volcanes no debemos olvidarnos de dar un paseo, aunque sea pequeño, por Arrecife, la capital de Lanzarote, centro administrativo y comercial. Además de su carácter marinero junto con su histórica función de fortaleza defensiva, resulta agradable pasear a través de su larga avenida, que bordea el litoral marino, empezando por la playa del Reducto y terminando en el Charco de San Ginés, no sin antes hacer una parada en la conocida calle Real, comercial y peatonal.



   Como atractivo turístico podemos acercarnos a sus castillos defensivos, cruzando el Puente de las Bolas a través de la Punta de la Lagarta, un paseo con mucho encanto, para llegar al castillo de San Gabriel, uno de los monumentos simbólicos de Arrecife; y el Castillo de San José, a las afueras dirección Puerto de los Mármoles, hoy convertido en Museo Internacional de Arte Contemporáneo. Sin dejar atrás a la iglesia de San Ginés, santo patrón de Arrecife, huella de su vinculación marinera.


   Para los buscadores de sol, playas y buena temperatura existen lugares con más o menos encanto, depende del punto de vista de cada persona. Por ejemplo, Puerto del Carmen dispone de 6 km. de playas, bastante resguardadas de los vientos. Es la zona más concurrida, con mayor número de extranjeros, con bastante animación, bastante bien ubicada para luego moverse de un lado a otro.



   En Costa Teguise el ambiente es más tranquilo, con muchas urbanizaciones y complejos hoteleros, algunos inacabados. Me encanta su diseño costero, pero de momento tiene menos impacto. Una visita a Puerto Calero resulta indispensable, con varios bares chill-out al lado de los barcos, y un paseo por el pequeño puerto, una pasada.



   Conos y mares de lava tapizan parte de la isla, en un insólito espectáculo de tierra recién nacida que está siendo colonizada poco a poco por líquenes, plantas y avifauna diversa. 
   Volcanes y agricultores han sido los protagonistas principales, durante muchos años, de un lugar lleno de contrastes y con una belleza diferente, pero los personajes se han multiplicado, y el turismo va invadiendo poco a poco estos espacios protegidos. Ahora es cuando se necesita una perfecta convivencia, en armonía, entre el hombre y la naturaleza.













4 comentarios:

  1. No podría escribirse una mejor descripción sobre esta isla que tan bien conozco.
    Merece la pena visitarla.

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  2. Me alegra haber ilustrado tus recuerdos. Tu opinión me llena y me anima. Estoy de acuerdo, visitar la isla es una buena recomendación.

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  3. Muchas gracias por su artículo y el trabajo que ha hecho usted, está muy interesantes, a partir de hoy tiene un nuevo lector
    Juan Lanzarote Perdomo

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  4. Agradezco mucho tus palabras, el trabajo está realizado con todo el cariño. Un saludo.

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