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martes, 22 de julio de 2014

París, grandiosa y elegante



   Se puede afirmar sin miedo a equivocarnos que “de todas las grandes ciudades del mundo, París es, probablemente, la más impresionante desde el punto de vista arquitectónico”.
   La primera visita a esta ciudad resulta impactante, por la gran calidad del espacio construido. Con edificios más o menos a la misma altura, que se remontan al mismo período, construidos con una piedra que se transforma con el color dorado al atardecer, en los días soleados. Hay quien dice que todo parece sorprender, pero en realidad nada sorprende, porque lo que la caracteriza es la grandiosidad.



   En muchos casos las calles se proyectan rectilíneas, radiales, hacia un punto central de nombre conocido, una plaza, un palacio, una iglesia o algún monumento. Según cuenta la historia, en París se eliminaron muchas fortificaciones y se fueron abriendo los Grands Boulevards.



   Grandes vías con zonas verdes, monumentales edificios aislados, puertas, arcos del triunfo, multitud de casas señoriales, la imagen de París está construida en base a un conjunto de elementos propios de la “grandeza” de una época, unas líneas clásicas que aún hoy lo caracterizan. Esta es una ciudad que ha sido “cantada en mil poemas, soñada por pintores y admirada por su vitalidad arquitectónica”.


   Tampoco debemos olvidar las obras de exclusiva ornamentación urbana, con acogedores parques y amplias zonas abiertas, además al lado de los históricos edificios parisinos siempre hay alguna zona con bonitos jardines.
    No se trata de hacer una guía pues de esta histórica ciudad se puede encontrar información en muchos lugares, pero mi primera recomendación es que no puedes olvidar una cámara fotográfica. El móvil o la tablet también pueden servir. Hay muchas cosas que te llamarán la atención, algunas inolvidables.



   Se dice que París nació en el Sena, y su corazón se encuentra en la Île de la Cité, una isla en medio del río, comunicada por llamativos puentes, sin olvidar la Île de Saint Louis. Su trazado medieval fue modificado en el siglo XIX, y la catedral de Notre-Dame ocupa un lugar privilegiado. Iniciada en el siglo XII ha vivido grandes acontecimientos, contundente y luminosa, se alza en el centro de París para atesorar la interesante historia del país francés. Grandiosa desde cualquier perspectiva, destacan las torres de la fachada y su interior, que se ilumina con la luz multicolor que atraviesa su enorme rosetón, pero es en la parte trasera donde se percibe la magia de la arquitectura gótica con sus impresionantes arbotantes.


   En mi opinión es una ciudad para disfrutar paseando, sin prisas, y es que uno de los grandes atractivos de París está en sus calles, no sólo por la atmósfera de modernidad y dinamismo que emana de sus tiendas y escaparates que exhiben las prendas, bisutería y el calzado “a la última” de Europa, así como de sus restaurantes, bares y tabernas, sino por las exquisiteces que te ofrecen en las boulangeries, las cosas tan originales que puedes encontrar en tiendas de anticuarios, de cerámica o pequeñas galerías de arte.


   Pero como en todas las grandes ciudades no es recomendable perderse sin tener un rumbo más o menos pensado, un mínimo plan para conocer las calles, puentes, rincones y edificios representativos se hace necesario, …………. aunque hay zonas y barrios donde es un placer dejarse llevar.


   Muy cerca de la Île de la Cité, el Museo del Louvre, palabras mayores, un enorme y hermoso palacio renacentista con la polémica pirámide de cristal. Ahora, con el paso del tiempo, se aprecia el contraste ante las fachadas del Patio Cuadrado.
   Entre el Louvre y la plaza de la Concorde se extienden los elegantes jardines de las Tuileries, un lugar muy apreciado para el paseo dominical. Un lugar para el descanso después de un día ajetreado.



   El París medieval va quedando atrás en la plaza de la Concorde, con su obelisco egipcio en el centro, es el inicio de los Campos Eliseos, una gran avenida arbolada hasta el Arco del Triunfo entre jardines, tiendas con mucho nombre, hoteles, cafeterías, ……. París es una ciudad cara, y por aquí inaccesible, con mirar ya puedes quedar satisfecho.



   No se puede abandonar esta zona de la ciudad sin cruzar el Pont Alexandre III, uno de los puentes más vistosos y elegantes de París, con su arco único, bajo, tenso y decorado con abundantes esculturas alegóricas. Se bautizó en 1896 en honor al zar Alejandro III.



   Muy cerca, haciendo gala de una fantástica decoración, una enorme nave de cristal, metal y piedra, el Grand Palais, grandioso y monumental, y justo enfrente el Petit Palais, donde lo más interesante es el propio edificio, decorado de una forma llamativa y vistosa.


   Otra recomendación es coger la Línea 2 del Metro o línea azul y bajarte en Blanche, para desde la plaza del mismo nombre, sin cruzar la calle, observar el Moulin-Rouge, aunque resulta más llamativo por la noche.


   Pero en pleno día no podemos perdernos subir por la empinada cuesta de la Rue Lepic hasta llegar al corazón de Montmartre, unos de los barrios más característicos y simbólicos de la capital, que intenta conservar su identidad a pesar de la gran afluencia de turistas.



   Después de una gran curva la calle pasa al lado de uno de los viejos molinos de Montmartre, el Moulin de la Galette. Luego cafés, restaurantes, salas de arte, galeries, creperies, ……. con llamativos carteles generan el ambiente perfecto.



   Quizás aquí, para poder disfrutar de la atmósfera del barrio, de su dimensión de pequeña villa, lo mejor es perderse o dejarse llevar entre las calles ascendentes hasta llegar al Sacré-Coeur. Por todos lados aparecen rincones sugerentes, tiendas de todo tipo, o puedes tener la suerte de encontrar una terraza panorámica y divisar París.



   Montmartre es, ante todo, la imagen de la bohemia, de historias de grandes artistas que en el siglo XIX eligieron este lugar para combinar el trabajo con la buena vida. Cuando cae la noche el barrio adquiere su auténtica identidad, la de aquella época, y la iluminación de sus calles le dan el colorido apropiado.


   Existe una gran variedad de frases célebres sobre la fealdad y el despropósito del monumento, pero el Sacré-Coeur, como otros en París, parece ignorar estos impulsos. Increíblemente blanca, la esbeltez de las cúpulas crea una imagen de verticalidad que apenas consiguen las catedrales góticas.


   Dominando el perfil de la ciudad, no solo es piedra y arquitectura, la basílica forma una perfecta armonía con las miles de personas que día y noche llenan las escaleras que rodean el edificio, y se asoman para contemplar la excitante vista panorámica.


   Si el día es gris se puede buscar la comodidad de los grandes bulevares, Hanssman, des Italiens, des Capucines, ….. o pasear por la avenida de la Opera, la Madeleine o la plaza Vendóme, con grandes almacenes, y mientras paseas contemplar los escaparates de las grandes marcas, ……. ver mucho y comprar poco, pero ………… Aquí se vive bien, se nota.



   Desde la plaza de la Opera el espectáculo es único, los palacios que la rodean están en armonía con el teatro y el Grand Hotel. La conocida Opera Garnier es otro de los muchos símbolos de la ciudad, inigualable en cuanto a la amplitud y a la riqueza de su decoración. Hasta los mínimos detalles te llaman la atención.



   ¿Y la Torre Eiffel? ¡Increíble y única Torre Eiffel! ¿Cómo poder escribir sobre esta ciudad sin hablar de ella? Cuando se inauguró en 1889, para la Exposición Universal de París, era el edificio más alto del mundo, hoy es el símbolo universal de la ciudad.


   Es otro ejemplo de cómo París lo integra todo, algunos afirmaron que parece como si los artífices de Notre-Dame supieran que un día, en la margen izquierda del río, se levantaría una torre de hierro que no estaría consagrada a Díos sino al Progreso.


   Con una altura de 300,65 m está organizada en tres niveles, se puede subir y bajar en ascensor hasta cualquiera de los tres o por las escaleras hasta el segundo (115,7 m).



  La panorámica desde su cima es irrenunciable, un lugar de privilegio, resulta difícil describir las innumerables vistas de la ciudad con el Sena como protagonista ineludible. El río parisino dibuja una larga curva a su paso por el centro de la ciudad, y enlaza los barrios que han ido forjando la historia de esta ciudad monumental.


   Pocas ciudades se identifican tanto con su río, en sus orillas se ubican las mejores visitas. Un espectáculo digno de ser contemplado. Para conseguir buenas fotografías quizás sea más apropiado el segundo nivel.



   La perspectiva desde el Trocadero resulta insustituible, de día y de noche. Aunque el paseo por Champ de Mars hacia el Sena permite acercarse con la lentitud suficiente, medio emboscada por los jardines, para apreciar con más detalle los diferentes niveles, la estructura metálica, las enormes soldaduras, ………. ciertamente la Torre Eiffel tiene muchas perspectivas.


   Pero, además, como en todas las grandes ciudades, París está repleta de pequeños detalles, insignificantes para algunos sin importancia para otros, depende de las personas, pero que en ocasiones permanecen en nuestra mente más tiempo que monumentos relevantes.


   Saliendo de la Île de la Cité por el Boulevard du Palais, al llegar a la esquina, cerca del Sena, puedes ver el reloj público más viejo de París, data de 1334, …….. y funciona.


   Entre los numerosos parques, jardines y zonas abiertas que tiene esta ciudad, el Palacio de Luxemburgo, junto con su magnífico jardín, es uno de los más elegantes de la orilla izquierda. Antigua residencia real, hoy acoge al Senado de la República.


   Sería imperdonable no contemplar y sacar una o varias fotos a las famosas señales art nouveu del Metro de París.
   Una de las tradiciones gastronómicas francesas, en cualquier época del año, son las crèpes. Te quitan el frío en invierno y te recargan energía en las caminatas del verano. Lo mismo da Crèpes sucrèes o salèes, dulces o saladas. Además son asequibles a cualquier bolsillo, ……….. en París no es fácil.


   Cuentan que a menudo los turistas preguntamos dónde está la Bastilla, cuando una vez en la ciudad recordamos el famoso hecho revolucionario conocido con el nombre de “La toma de la Bastilla”. La fortaleza ya no existe. En su lugar podemos visitar la Plaza del mismo nombre.
   Como en todas las ciudades, resulta agradable pasear por los mercados de flores, fruta y verduras y puestos callejeros de cualquier clase. Entre la plazas de la Bastille y de la Nation, en la place d’Aligre se celebra todos los días un popular mercado.


   Cerca de Gare St Lazare, en Cour du Havre, resulta interesante un ensamblaje de relojes, una escultura titulada “una hora para todos”.


   No se puede comparar con otras obras de arte que podemos encontrar en esta ciudad, pero resulta llamativo el interior de la cúpula de los almacenes Lafayette.


   En París es fácil encontrar edificios con grandes y decorados relojes en sus fachadas, mi propuesta es el de la iglesia de Saint Paul-Saint Louis en la Rue de St-Antoine, una de las calles más interesantes, pues conserva una atmósfera de siglos pasados.


   Me encantan esos detalles decorativos de la parte exterior de las ventanas de muchos edificios, y que a veces pasan desapercibidos pues forman parte del conjunto, como ocurre en Les Invalides o en la Opera Garnier.





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