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lunes, 22 de julio de 2013

Cap de Creus



   El vértice más al Este de la península Ibérica está representado por el Cap de Creus. Como entre la tierra y el mar, este cabo marítimo dotado de una configuración geológica y geográfica singular, de fisonomía agreste que penetra en las aguas del mar Mediterráneo, es un espacio de gran belleza.



   El efecto de la tramontana ha originado formas de erosión variadas y caprichosas, transformando el paisaje y formando ecosistemas muy diversos. Muchas de las tranquilas calas del Cap de Creus son únicamente accesibles desde el mar o a pie por pequeñas y sinuosas sendas.


   
   El Parque Natural de Cap de Creus está ubicado al norte de la Costa Brava, en la comarca gerundense del Alt Empordá. En su fachada marítima podemos encontrar y disfrutar de acogedoras poblaciones como LlanÇa, El Port de la Selva, Cadaqués y Roses.
   Este entrante terrestre hacia el mar es el último reducto de los Pirineos que se cortan bruscamente al llegar a la costa. Estamos en la sierra de Rodes, que se alza en el interior, una privilegiada atalaya desde donde se divisa un atractivo paisaje, con el castillo de Sant Salvador de Verdera como punto más alto, 676 m. de altitud.



   Sin duda, es el contraste entre el mar y la montaña lo que hace tan especial este Parque Natural, con la presencia ocasional de la tramontana.
   Desde Vilajuïga, población  situada a 14 km de Roses, podemos coger una sinuosa carretera que después de 8 km de incesante subida nos lleva al imponente monasterio de Sant Pere de Rodes.

   Casi sin darte cuenta, debido a la espectacular panorámica que se divisa, aparecen las torres del monasterio benedictino, lo aconsejable es dejar el coche en un aparcamiento a un kilómetro de distancia, cerca del poblado de San Creu de Rodes, donde su edificio más destacado es la iglesia de Santa Elena de Rodes.


   El pequeño trayecto hasta Sant Pere te hace disfrutar de las maravillosas vistas de la costa norte del Cap de Creus. En los días de tramontana, cuando el viento limpia la atmósfera, cuando el dibujo de la costa aparece perfilado y nítido, los atardeceres son encantadores.


   Existen leyendas y restos arqueológicos que ponen en duda los orígenes exactos del monasterio de Sant Pere de Rodes. Las primeras noticias históricas datan del año 878, aunque se opina que la estructura actual se alzó entre los siglos XI y XII.
   El conjunto monumental, por sus dimensiones, bóvedas, naves, capiteles y otros detalles arquitectónicos, es uno de los más representativos del románico catalán.



   Tuvo una gran vitalidad y se convirtió en un importante monasterio, tanto por el relevante papel de sus abades, como por ser un importante centro de peregrinaje, gracias a las reliquias que custodiaba, hasta finales del siglo XIV.


   Entre sus dominios estaba Sant Creu de Rodes, un pueblo dedicado fundamentalmente al comercio y la producción artesana, atendiendo a las necesidades del monasterio. Gracias a las peregrinaciones, entre los siglos XII y XIV gozó de una gran prosperidad, llegando a tener unos 250 habitantes.


   Pero luego entró en franca decadencia debido a múltiples causas, como los efectos de la peste negra y otras epidemias, abandono del lugar debido a la guerra en 1654, expolio de sus bienes, sucesivos saqueos, ……
   En el siglo XVIII el estado de decadencia fue total, siendo nuevamente saqueado. Tras una restauración que duró varios años, se abrió al público en 1999, convertido en museo.



   Desde el monasterio se asciende a pie a través de un sendero hasta el castillo de Sant Salvador de Verdera, levantado en el siglo XIII en la misma cima de la montaña.


   Al fondo, abajo, sobre la bahía, las casas blancas de El Port de la Selva, que conserva la forma de un pueblo de pescadores, cobijando su propio puerto natural. Es agradable pasear por sus calles paralelas al mar hasta la iglesia de Santa María de les Neus, de gran belleza, que se encara a la bahía.


   Desde aquí podemos hacer una ruta costera, caminando unas 2 horas, bordeando playas, con bonitas vistas y algunas urbanizaciones para acercarnos a LlanÇa, otro pueblo blanco que limita por el norte al Parque Natural de Cap de Creus.
   Hay quien afirma que la pequeña población de Cadaqués enamora irremediablemente a quien la visita, quizás sea el contraste entre el blanco predominante de sus casas, con el color oscuro de la tierra y el azul de la costa.



   De tradición pesquera, el pueblo más oriental de la península ibérica vivió de cara al mar, un tanto aislado por tierra. Quizás por este motivo o por otros, Cadaqués atrajo siempre a personajes famosos y  artistas, pero desde la distancia es conocido por sus lazos con Salvador Dalí, aquí nació su padre y pasó su infancia en este pueblo con sabor marinero. Más tarde en Portlligat, separado de Cadaqués por una pequeña loma, Dalí y Gala decidieron construir su propia casa.



   Dicen que en Cadaqués los Pirineos se mueren y se sumergen en el mar, por eso tiene una tierra y un mar tan limpios, con un cielo tan amplio, que parecen desnudos.



   Para visitar la punta del Cap de Creus podemos coger una senda desde Cadaqués. El recorrido a través de un “cami de ronda”, cruzando un paraje con poca vegetación merece la pena, con estrechos caminos que te conducen a playas y calas escondidas.
   La península del Cap de Creus está llena de diminutas entradas del mar, es como si la tramontana, siguiendo el particular estilo de Dalí, hubiese esculpido las rocas formando un paisaje único.


   Situada al norte del golfo de Roses, al sur del Cap de Creus, la villa de Roses es el centro turístico más importante del Alt Empordá. Se dice que el nombre del lugar se debe a los antiguos griegos, que viajando con sus naves a través del Mediterráneo, se instalaron en esta zona, con el nombre de Rhode.



   En las últimas décadas, una población de tradición marinera como Roses ha vivido la prosperidad y el crecimiento del turismo más intensamente que el resto de la Costa Brava, pero a pesar de ello resulta agradable pasear por el Paseo Marítimo o el Puerto, y deambular por el laberinto de estrechas calles, llenas de restaurantes, bares, bodegas y tiendas, en la zona antigua. 



   En uno de nuestros paseos podemos acercarnos al barrio residencial de Santa Margarida, muy popular entre los propietarios de embarcaciones, debido a sus numerosos canales y embarcaderos enfrente de las casas.



   Esta agradable villa marinera conserva numerosos monumentos y testimonios de su pasado, posiblemente el ejemplo más representativo es la Ciudadela, del siglo XVI, con el monasterio de Santa María en su interior, una antigua abadía benedictina. Mucho más antiguo, el Dolmen de la Creu d’en Corbetella, situado en una colina, a 150 metros sobre el nivel del mar, es uno de los monumentos megalíticos más grandes de Cataluña.


  Aún conserva una flota pesquera importante y es el puerto más destacado de la costa norte de Cataluña, pero a pesar de la lamentación de algunos nostálgicos, la actividad principal es el turismo. Roses es, sin duda, el centro neurálgico del Cap de Creus, aquí puedes encontrar el apartamento, hotel o parcela de camping que buscas, a gusto de cualquier bolsillo.


   Un domingo por la mañana tienes una inevitable cita con el mercado, especialmente popular y muy frecuentado, se instala en las inmediaciones de la Ciudadela y puedes encontrar todo tipo de ropa, cerámica, frutas y verduras de buena calidad, …..
   La costa incluye una larga playa de arena de varios kilómetros por la bahía hasta l’Escala, pero mi recomendación es que no dejes de conocer las calas del norte. Para ello existe un “cami de ronda” que partiendo del faro de Roses, ubicado justo debajo del Castillo de la Trinitat, te lleva por la costa hasta llegar a la hermosa playa de l’Almadrava pasando por otro atractivo arenal como es la playa de Canyelles Petites. 



   Más adelante, siguiendo el mismo “cami de ronda” puedes llegar, a través de un estrecho sendero, hasta la punta Falconera, cala Lladó, …………,Cala Montjoi, Cap Norfeu, …….. Todos estos parajes se ubican al sur de la pequeña península que forma el Cap de Creus.





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